martes, octubre 24, 2006

Discharge

Hay un lugar en dónde la distancia y el tiempo son conceptos futíles. Dónde el dolor y la angustia no existen. Ese lugar, en dónde algunos esperan a otros, dónde no todos quieren ir aunque vayan, es el mejor lugar para perpetuarse.
Quizás los sufrimientos de este lado sean grandes, pero siempre existe la sensación de vigilancia. De que alguien, ese alguien, tu alguien, te mira, te escucha, te cuida.
Antes de dormir te acaricia, cuando tenés calor te refresca. Nunca duerme y evita que sufras.
A veces parece que te viniera a buscar, pero cuando te querés dar cuenta ya no fuiste y te quedaste.
A ese lugar van todos, sin distinciones ni de edad, ni de razas, ni nada.
El problema viene cuando la gente que queremos se va sola. No nos lleva. No nos avisa que se va.
Y te das cuenta tarde de muchas cosas. Y querés hacer muchas otras. Pero no podés, porque claro, no están más.
Y te arrepentís toda tu vida de palabras nunca dichas, de gestos nunca mostrados, de ayudas nunca dadas. Tu único consuelo es pensar que lo saben, porque desde ahí deben ver hasta tu alma. Pero la angustia te tira abajo esas ideas y caés en que realmente nunca lo van a saber.
Porque cuando alguien se muere desaparece, queda solo en tu recuerdo, es nada más que una imágen incorpórea, un nombre, una voz. Nunca lo vas a poder saludar de nuevo, ni gritarle, ni putearlo.
Pero lo querés ver. Y esperás el momento del reencuentro, esperanzado de que haya uno. Y llorás. Porque cuando uno pierde algo que quiere mucho llora.
Y esperás.
Y les decís, escuchando una canción, mientras llorás con mucha fuerza las lágrimas no derramadas en su momento, "...que estés bien dónde quiera que estés. Que estés bien."



[Para ustedes. Que los necesito y extraño más de lo que digo y demuestro...]

Etiquetas:

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal