martes, octubre 24, 2006

Manifiesto Pescado Rabioso.

ROCK: MÚSICA DURA,

LA SUICIDADA POR LA SOCIEDAD.

Son tantos los matices que comprenden la actitud creativa

de la música local – entendiendo que en esa actitud existe

un compromiso con el momento cósmico humano–,

son tantos los pasos que sucesivamente deforman

los proyectos, incluso los más elementales como ser

mostrar una música, reunir mentes libres en un

recital, producir en suma algún sonido entre la maraña

complaciente y sobremuda que:

EL QUE RECIBE DEBE COMPRENDER

DEFINITIVAMENTE QUE LOS PROYECTOS EN

MATERIA DE ROCK ARGENTINO

NACEN DE UN INSTINTO.

Por lo tanto: el Rock no le concierne a ciertas músicas que

aparentemente INTUIDAS POR LAS NATURALEZAS

DE QUIENES LAS EJECUTAN siguen guardando

una actitud paternalista, tradicional en el sentido enfermo

de la tradición, formulista, mitómana, y en la última

floración de esta contaminación, sencillamente

“facha”.

Sólo en la muerte muere el instinto. Por lo tanto, si éste se

mantiene invariable, adjunto a la condición humana a la que

necesitamos modificar para reiluminarnos masivamente,

quiere decir que tal instinto es la vida.

El Rock no es solamente una forma determinada de ritmo

o melodía. Es el impulso natural de dilucidar a través

de una liberación total los conocimientos profundos

a los cuales, dada la represión, el hombre cualquiera no

tiene acceso.

El Rock muere sólo para aquellos que intentaron siempre

reemplazar ese instinto por expresiones de lo superficial, por

lo tanto lo que proviene de ellos sigue manteniendo

represiones, con lo cual sólo estimulan “EL CAMBIO”

exterior y contrarrevolucionario. Y no hay cambio posible

entre opciones que taponan la opción de la

liberación interior.

El Rock no ha muerto.

En todo caso, cierta estereotipación en los gustos de los

músicos debería liberarse y alcanzar otra luz.

El instinto muere en la muerte, repito.

El Rock es el instinto de vivir y en ese descaro y en

ese compromiso.

Si se habla de muerte se habla de muerte, si se habla

de vivir, VIDA.

Más vale que los rockeros, cualesquiera sean sus tendencias

(entre las cuales dentro de lo que se entiende por

instinto de Rock no hay mayores contradicciones) jamás

se topen con los personajes hijos de puta demonios

colaterales del gran estupefaciente de la represión

que pretende conducirnos por el camino de la

profesionalidad.

Porque en esa profesionalidad se establece

–y aquí entran a tallar todas las infinitas contusiones

por las que se debe pasar hasta llegar a dar–

un juego que contradice a la liberación, que pudre el

instinto, que modifica como un cáncer incontenible

la piel original de la idea creada hasta hacerla, en

algunos casos, pasar a través de un tamiz en el que la

energía totalizadora de ese nuevo lenguaje abandona la

sustancia integral que el músico dispuso por instinto en su

momento de crear, y luego esa abortación está presente en

los escenarios, en la afinación, hasta en la imagen

exterior del mensaje cuando por fin se hace

posible verlo.

Tengo conciencia de que el público ve esta debilidad y

no se libera: sufre.

Luego esta ausencia de totalidad, esa parcialidad, es el negocio

del Rock.

El negocio del cual viven muchos a costa de los músicos,

poetas, autores, y hombres creativos en general. O

sea, esta difamación de proyectos sólo adquiere

relieve en esa “ganancia” que representa haber ejecutado el

negocio, y solamente en ese nivel hay una aparente eficacia.

Es la parcialidad de pretender que algo que es de todos

termina en definidas cuentas en manos de aquellos

bastardos de siempre.

Este mal, por último rebote, cae nuevamente

en la nuca de los músicos, y los hace pelota.

Luego de participar del juego, son muy pocos los que aun

permanecen con fuerzas para impedir la trampa al repetir

una y otra vez el juego mediante el cual expresarse,

o simplemente arriesgar en el precipicio de

la deformación un mensaje que por instintivo es puro

y debería llegar al que lo recibe tal cual nació.

Este juego pareciera ser el único posible

(hay mentalidades que nos fuerzan a que sea así).

Lo importante es que hay otros caminos.

Luego de haber caído tantas veces antes de ejecutar

esa caída final, parábola definitiva en la que se cierran los

cerebros para no amar ni dar, hay muy pocos

músicos que pueden seguir conservando ese instinto.

DENUNCIA

SIN EL LIMITE DE LA DENUNCIA

A LO QUE NO RECIBE DENUNCIA

A LO QUE LA DENUNCIA TRASPASA

A ALGO PEOR QUE LA DENUNCIA MISMA.

Denuncio a los representantes y productores en general,

y los merodeadores de éstos sin excepción,

por indefinición ideológica y especulación comercial.

Ya que estos no se diferencian de los patrones de empresa

que resultan explotadores de sus obreros. O sea, por

ser los engranajes de un pensamiento de liberación

a quienes no les interesa que toda la pieza se mueva, dado

que al producirse el más mínimo movimiento, serían los

primeros en auto reprimirse y dejarían por tanto

de participar en “la cosa”.

Denuncio a ciertas agrupaciones musicales que se alimentan

con esas mentalidades no libres, a pesar de contar con

el apoyo del público de mente libre.

Denuncio a otros grupos musicales por repetitivos y

parasitarios, por atentar contra la música amplia y

desprejuiciada, estableciendo mitos con imágenes calcadas

de otras músicas que son tan importantes como las

que ellos no se atreven a crear ti sentir.

Denuncio a los tildadores de lo extranjerizante porque

reprimen la información necesaria de músicas y actitudes

creativas que se dan en otras partes del planeta, y

porque consideran que los músicos argentinos no pueden

identificarse con sentimientos hoy día universales.

Además es de prever que si estos señores desconocen

que la Argentina provee a su música nuevos contenidos

nativos, ellos mismos están minimizando la riqueza

de una creación local apenas florecida.

Denuncio a otras mentalidades por elitistas

y pronosticadoras del suceso de la muerte de algo que por

instintivo no puede morir antes de la vida misma.

Denuncio a las editoriales “fachas” por distribuir

información falsa en sí misma y por deformar

la información verdadera para hacerla coincidir con las

otras mentalidades a las que denuncio.

Denuncio a los participantes de toda forma de represión

por represores y a la represión en sí por

atañir a la destrucción de la especie.

Denuncio finalmente a mi yo enfermo por impedir que mi

centro de energía esencial domine este lenguaje al

punto de que provoque una total transformación

en mí y en quien se acerque a esto.

El rock, música dura, cambia y se modifica,

en un instinto de transformación.

LUIS ALBERTO SPINETTA, SEPTIEMBRE DE 1973

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Es largo, pero vale la pena. Deberían leerlo muchos rockeros de abajo y arriba del escenario, que andan dando vueltas por ahi.

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