Miércoles 18 de julio del 2007. Extrañamente, me asalta un insomnio tenaz, valiente. No quiere bajo ningún punto de vista rendirse ante la tentación de dejarme dormir aunque sea un par de horas. Son las tres de la mañana y esa opción se aleja cada vez más. Hacía mucho que esto no me pasaba, todas las noches de insomnio que sufrí (algunas, incluso, en seguidillas de tres o cuatro) habían desaparecido. Reviso mi cabeza en busca de preocupaciones y el Scan Disk no me detecta ningún problema. Debería dejar de confiar en Microsoft, pero le creo puesto que, realmente mi mayor probrlema es tener que ir a trabajar más temprano hoy.
Para ser sincero, me di cuenta de mi insmonio mucho antes, cuando en mi habitual recorrida por los canales de cable en busca de ningún programa de interés y en consecuencia, el sueño, resultó inútil.
Decido entonces refugiarme en internet. Ahi cometí un error. Siempre, pero siempre, hay algo para hacer. Hoy no. Pero no me da sueño.
Viéndo que son casi las tres menos cuarto decido entonces ir a buscar algún vívere que me acompañe en esta triste, solitaria y eterna velada.
Mientras salgo de mi casa rumbo al kiosko muero por un cigarrillo, decido que no voy a caer ahora, que es mejor guardar ese retorno al alquitrán para un momento que lo merezca, si es que existe.
Recuerdo que hacía tiempo que no caminaba la cuadra de mi casa a esa hora. La última vez, lo hice completamente borracho y con una extraña mezcla de decepción, furia y tristeza. recuerdo esas sensaciones porque suelen ser la puerta para mis estados de semi depresión, y para ese momento el alcohol ya no surtía efecto.
Salí de mi casa con la plata para una Coca Cola del tamaño suficiente (maldita vieja que no vende Pepsi y por ende, no me da tapitas) y un chocolate o alimento random.
Es larga mi vereda. Y es oscura. Arranco la caminata sin mirar hacia atrás, cosa que puede resultar peligrosa. Se prenden las luces de un edificio y me alteran, aunque no lo suficiente para que se vea que me asusto. De repente, veo que las dos macetas que había visto espantosamente colagadas de una puerta eran dos personas. Un chico y una chica (evidentemente menor que él) que estaban en una puerta. Los asusto, me asustan. "Éstos están por cojer", pienso y me río, aunque no sería extraño ya que mi calle es bastante propicia a estas horas para un fugaz encuentro sexual.
Llego al kiosko, un señor muy perfumado y con cara de gaterío estaba comprando cigarrillos baratos, una petaca de whisky y una cajita de tres preservativos. "La fauna nocturna del barrio es descomunal, no cambió nunca y no creo que cambie jamás". Otra vez pienso y me río, recordándo los mismos estereotipos caballitenses que conocí en mi adolescencia vampírica.
Compro yo. Coca de litro y medio y Milka M-Joy Choco Crunchys. El que me faltaba probar. No da, es muy molesto.
En cuánto me doy vuelta veo a la parejita que me cruzé en el camino, acompañádos por otro muchacho, proto cumbiero con dinero, de cuyos mp3 player (genérico, apuesto dinero) salía un irritante reggaetón.
Tras sufrir la decepción de mi fallido pronóstico emprendo la vuelta a mi hogar.
Pienso en apurar el paso (por-si-las-moscas, diría mamá) pero reacciono rápido y camino a paso lento, si me vana robar, más que el buzo y lo que compré no me sacan, salí sin celular y sin plata.
Me reía de mis propias discrepancias mientras caminaba y analizaba mi manzana como años atrás.
Volviéndo, si se mira para el fondo, es una boca de lobo con apensa una luz que alumbre. Llegando a la esquina, paralela a Acoyte, se ve la calle en dónde siempre (pero siempre), pensás que estás servido en bandeja. Y mi calle. La de la sorpresa.
Me siento un segundo en el local de al lado de mi casa, destapo la gaseosa y recuerdo una noche en dónde estaba sentado ahí mismo con mi novia (que por entonces no lo era) y un señorito se acrcó, y muy campante nos pidió dinero y mi celular.
Sólo le di cinco pesos de los cincuenta y monedas que tenía.
El recuerdo hizo que (por-si-las-moscas) me levantara rápido y entrara.
Como en un flash muy veloz me vino el recuerdo de la noche de alcohol, que fue la que siguió a una noche igual (o un poco peor) en donde pasé verguenza frente a varios amigos, pero desangré bastantes cosas. Sonreí un poco. No me gustan esos recuerdos de tiempos un poco infelices.
En fin...
Ahora me queda tres cuartos de Coca Cola, un bloquecito de chocolate y tres dvd's, de los cuales, con suerte veré uno.
Después, seis y media o siete, ir a trabajar para después ir a obtener los tickets para ver la película de los fuckin' "Transformers" con mi princesa.
No se.
Debería testear mis skills de diseño, bastante abandonadas. O debería quizás agarrar la guitarra, pero es tarde.
Ya veré.
Me quedan tres horas.
Gracias.
Pd: 13 años se cumplen hoy del atentado a la AMIA. Dónde estabas vos en ese momento?